miércoles, 6 de abril de 2011

La pena llega en miércoles

Odio los miércoles. La gente piensa "qué suertuda, ¡trabaja desde casa y luego a vivir la vida!" Ilusos...

Los miércoles trabajo desde casa gracias al hado madrino que es mi jefe. Y eso es bueno para mi trabajo, porque puedo trabajar sin reuniones, pensando y controlando. Es bueno para mí, porque ese rato de transporte se convierte en rato para ir al super a comprar (antes de) y comer (después de). Qué gozada verdad, poder ir al super y tener 35 minutos para comer y hacer un pipi!

Trabajo sola. No hay nadie conmigo (bueno, la gata, que es un cielo y se viene a roncar a mi vera). Me pongo música para disimular, es muy triste. No veo caras amigas ni me río con nadie.

Los miércoles recojo a Serguei a las 14.30 y los llevo a la psicóloga y la logopeda. A la carrera. Peleando en la calle y en el metro. Cuando llego pasa primero por el despacho de una, me citan los 10 últimos minutos para comentar la estrategia semanal, y luego al despacho de la otra, repitiendo la misma rutina.

En la consulta coincido con otra mamá que tiene un niño tan perdido como el mío. El flujo de simpatía mútua y de compañerismo es tremendo, es reconfortante poder explicar lo inexplicable a alguien que no te va a juzgar porque pasa por lo mismo...

Cuando salimos de nuevo corriendo a buscar a Masha. Llevarla a inglés y recogerla una hora más tarde.

Y me quedo sin pilas. Sin energía.

Esta semana no ha ido mal. Pero la tensión que acumulo es tal que me agoto. Me quedo sin fuerzas y sólo queda una pena grande.

Pero, ¿pena de qué? Pues aún no lo se. Quizá porque me recuerdan demasiado el camino largo que me queda por recorrer. Quizá porque echo de menos las risas con alguien.  Creo que los miércoles estoy demasiado sola.

Aún no lo sé, pero los miércoles son feos.

Vamos a ser positivos... una vez pasados tienes una semana de respiro hasta el próximo!

sábado, 2 de abril de 2011

Bloqueo

El último gran verdicto de la psicóloga es que Serguei sufre un bloqueo emocional.

Mi hijo a día de hoy es capaz de relajarse y disfrutar cuando está rodeado de niños. Lo veo cuando se junta con los compañeros del cole. Les quiere y le aprecian. Es uno más, a la manera brutota en la que se relacionan los niños de P3.

Pero no es capaz de relajarse con normalidad con los mayores. Desconfía de ellos. Tiene miedo de lo que le puedan hacer. Y para controlar ese miedo y controlar al adulto hace lo que sabe que puede tener bajo control. Molestar. Él sabe que si molesta el adulto se enfada y lo castiga de una manera u otra. Consigue atención y una respuesta que él entiende y controla.

Serguei es un niño que ha pasado largas temporadas en el hospital. Cualquier niño pasa miedo en un hospital. Un niño que no es de nadie y no recibe consuelo ni amor de nadie debe vivir esa estancia como una auténtica tortura. Lo sacan de su entorno, está solo. Y cuando uno menos se lo espera llegan esos marcianos de bata blanca y lo torturan a traición. Sin explicación y sin motivo, aprovechando que se encuentra mal le hacen las mil perrerías. Lo pinchan, lo ponen en máquinas frías,... eso en el mejor de los casos. No vamos a imaginar cómo puede ser la vida para un huérfano en un hospital siberiano.

Y luego a uno le extraña que el crío desconfíe de los adultos. Bueno, ¡la verdad es que es un valiente por no echarse a gritar cada vez que ve a uno! Recuerdo el pánico tremendo a subir al coche cuando lo llevamos a hacer la foto del pasaporte, la primera vez que lo sacamos de la casa cuna. Estaba histérico, fuera de control. Pensaba que lo llevaban al hospital.

Serguei ha pasado la vida sin entender su entorno. Muerto de miedo. Para no volverse loco se vuelve terriblemente observador, está atento a todo, al más mínimo detalle. Es capaz de saber qué es lo que te molesta y tiene un comportamiento molestoso personalizada para cada adulto con el que se relaciona. Es chulesco, retador, orgulloso, negativo... No pierde una. Y lo hace por supervivencia, para preveer por dónde le va a caer. Durante mucho tiempo no soportaba que lo tocaran. O se apartaba de un respingo.

Ese miedo tan grande lo paraliza y lo bloquea. No le permite entender y aprender. Serguei es un niño listo. Pero no puede progresar, está bloqueado.

Una vez entendido el bloqueo la solución no es fácil, pero es visible. Hay que romper ese miedo.

Hay que seguir unas pautas razonables y unas normas coherentes. Tiene que relacionar causa-consecuencia. Si tu molestas tienes que ir a pensar (y eso es un rollo, no ganas.) Hay que aprender a ser capaz de anticipar: si te pones nervioso acabarás gritando y no estarás contento. Y te irás a pensar. (Que ya sabemos que es un rollo.) Pero... fíjate, si obedeces, si te calmas, si escuchas a mamá... estás contento. ¡Y ganas!

Sobretodo, debes romper el poder sobre tí. Si te molesta y ve que ya no te afecta, lo desarmas. Lo descolocas. Le hablas suave y tranquilo y le recuerdas que molestar no conduce a nada bueno. Y a él lo que le gusta, es estar contento. Así que ¡vamos a hacerlo bien!

Hay que darle una salida, una posibilidad de enmendarlo.

Si tu como adulto consigues eliminar la rabia y la frustración que el tocamiento de narices te genera, porque es un hecho que somos humanos, puedes girar la tortilla. Tienes delante un niño que de repente te escucha con ojos como platos porque le has roto esquemas y necesita entender el nuevo escenario.

De pronto va asimilando que molestar no es la solución para miedo. La solución es el buen comportamiento, porque con él es feliz. Y cuando uno es feliz, ¡¿quién se acuerda del miedo?!

Llevamos unas semanas buenas. Mamá está aprendiendo a estar muy relajada por fuera (luego por la noche no pega ojo) y a cortar de raíz ese dominio feo sobre ella. Y Serguei... está aprendiendo que es chulo eso de abrazar, tocar, besar y hacer cosas bonitas.

viernes, 1 de abril de 2011

Se curan corazones

Hoy hemos ido a conocer a mi nuevo sobrino. En el hospital, es prematuro y pasa unas horas al día en la incubadora.

A Serguei le gustan mucho los bebés. A Masha aparentemente también. A Serguei le decía que allí no se puede hacer ruido, porque los bebés duermen. Se ha puesto de lo más nervioso cuando ha visto que allí nadie callaba (normal, mi familia política no es demasiado silenciosa. Por suerte la sala donde están los bebés estaba bastante insonorizada, deben estar acostumbrados a lidiar con semejante engorro). No dejaba de decir "¡No callar!" Y les hacía tssst para que se callaran. Obviamente con el jaleo ni le escuchaban.

Para ver al bebé tenía que subirlo en brazos. Se veía una sala con camitas y al lado una silla para las madres que están de visita. El hospital no era muy bonito y he pensado que hasta cierto punto a Serguei le podría traer recuerdos, así que he probado.

"Cuando tu eras bebé, ¿también dormías en una camita así?"
"¡Si!"
"¿Y quién estaba contigo?"
"¿Mamá?"
"No, mamá no estaba."
"¿Papá?"
"No, papá no estaba."
Entonces frunciendo el ceño ha dicho convencido, gesticulando en modo de (¡Ay mamá, es que no te enteras!) "¡Papá no, mamá si!"
Como lo vi un poco apurado no apreté más. Se me abrazaba fuerte y estaba agobiado.

Cuando ha pasado la enfermera ha preguntado si era una doctora. No le he visto tenso. Pero si muy atento. Le he dicho que no, que los médicos llevan bata blanca, las enfermeras ayudan a los médicos. No creo que las preguntas nacieran de recuerdos, creo que es por jugar a médicos en el cole.

Difícil saber lo que está pensando.

Masha se ha pasado el rato mirando fijamente al bebé. Decía que era muy bonito, pero en realidad lo que ha hecho ha sido pegárseme con pega, coger mi mano y ponérsela sobre la cabeza. No ha querido decir nada, pero tenía pena. Me ha pedido que la abrazara y nos hemos quedado los tres abrazados mientras el resto vociferaba.

Creo que ha sido la primera vez que nos hemos abrazado los tres y no había competencia entre los hermanos. Masha estaba triste, Serguei inseguro. Ambos necesitaban a mamá y aceptaban que mamá curara a ambos. Ha sido bonito.

¿Y mamá?

Mamá estaba en paz. No siento pena por mis bebés perdidos. Mis dos sobrinos han llenado ese vacío y jamás podré agradecer lo sufiente el privilegio de poder trastearlos hasta llenar mi corazón. Por eso son más que sobrinos, son mis tesoros.

También estoy en paz por no haber vivido mis hijos de bebé. La vida es muy larga y los buenos recuerdos que van cayendo poco a poco van rellenando esos huecos. Quisiera poder cambiar las cosas pero no puedo. En cambio, sí que puedo disfrutar de las que están a mi alcance.

Ya en casa, estando yo sentada ha venido Serguei y me dice "mama, tu cua?" (Mamá, tu coleta?) Y se ha puesto a peinarme. Ha sido chulo porque iba con mucho cuidado y estaba relajado. Llevamos unos días buenos...

Hoy de nuevo he visto que queda un laaargo camino para recorrer.

Curiosa la escena. El bebé empezando a vivir. La alegría de los padres. Los celos de la hermana mayor. Los gritos de la muchedumbre. La pena de mi hija que sabía. La inseguridad de mi hijo que no sabía pero temía. Y mamá intentando curar sin tiritas...