No se qué pretendía yo cuando intentaba ser madre. No recuerdo muy bien qué es lo que quería conseguir. Supongo que alguien a quien querer por encima de todas las cosas, alguien a quien pasar el relevo. También alguien que me quisiera por encima de todas las cosas y que me permitiera entrar en su mundo, el mundo de los niños, y compartir sus aventuras y sus sueños. Quería acompañar a esa persona mientras crecía, enseñándole las maravillas que hay en el mundo y ayudarle a ser una de ellas.

¡Tarea de titanes!
Conseguir equilibrar la firmeza, la mano izquierda, la tiranía absolutista con en cariño y el refuerzo positivo... es algo que debería poder estudiarse en algún sitio. Confiaba yo en el sentido común. ¡Menudo error! El cansancio, el acoso y los nervios no compatibilizan precisamente con el llamado menos común de los sentidos.
A tancas y barrancas (empentes i rodolons) estoy aprendiendo a domar mis fieras. A días con más éxito, a días con fracasos rotundos. Pero pasito a pasito voy ganando terreno.
Y por si fuera poco descubro entonces ¡que hay muchos supuestos adultos que repiten exactamente actitudes de mis retoños! Increíble pero cierto. Y a puñados. Con lo que de nuevo sacas el látigo y la piruleta y ala, a domar otra fiera que sobrepasó de largo la fecha de domesticación.
Pero al igual que con tus retoños, debes dejar claro que a mamá no se le toma el pelo y que cuando toca recoger los juguetes... ¡toca!
No hay comentarios:
Publicar un comentario